En el 2003, cuando aún residía en Francia, decidí atender la invitación de unos amigos y pasar parte de mis vacaciones de agosto en Madrid. Recuerdo que fue un verano extremadamente caluroso, por lo que solo salía a visitar la ciudad en la mañana y en la tarde-noche, permaneciendo el resto del día en casa con las persianas bajadas.
Para ocuparme durante los momentos “en la sombra”, mis amigos madrileños me recomendaron escuchar grabaciones de José Mercé y Vicente Amigo, abriendo ante mí un mundo musical hasta ese entonces prácticamente desconocido, ya que, aunque había oído anteriormente música flamenca, siempre lo había hecho de forma desprevenida y sin ningún interés particular. El estilo de tocar la guitarra y el acento desgarrado del canto sedujeron mis oídos siempre atentos a nuevas sonoridades. Me interpeló especialmente la similitud de timbres entre la guitarra flamenca y la bandola llanera venezolana. La energía que percibí en Madrid, una ciudad tan dinámica y punto de encuentro entre Latinoamérica y Europa, me motivó a componer una melodía que recordara lo que había vivido durante mi corta estancia, sin imaginar para ese entonces que algunos años más tarde estaría residiendo allí.
A partir del ritmo de “joropo” (baile nacional de Venezuela) surgió una pieza, en tres partes y con un tempo vivo y sincopado, que empecé a escribir durante un viaje en tren de vuelta a casa. Más tarde, al tocarla con la bandola, se me ocurrió casi naturalmente incorporar algo que “sonara a flamenco” dentro de esta composición. Tomé entonces el compás de las bulerías y traté de emular lo que solían hacer las guitarras en las “falsetas”. El músico flamenco no escuchará aquí su música sino más bien un “guiño de ojo” a manera de homenaje, a esa extraordinaria cultura musical que ha traspasado todas las fronteras, dejando aficionados en el mundo entero y siendo declarada hace poco por la UNESCO, patrimonio inmaterial de la humanidad.
Cada vez que tocaba la pieza con mi grupo mucha gente mostraba interés por la misma y me preguntaban si la música había sido publicada, lo que me indujo a colgar una versión de melodía con cifrado en mi sitio web personal. Más tarde, la agrupación francesa “Mandolines buissonnières de Lutterbach” me pidió un arreglo de “Madrid”, lo que supuso el reto de escribir para una orquesta algo que había concebido para un solista con grupo.
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